Jorge: "Privado inesperado"
Mi vida la puedo resumir en dos palabras: soy feliz.
Mis motivos: tengo coche pagado, piso (con una hipoteca minúscula), con el trabajo que siempre he deseado (director de una sucursal bancaria), casado (llevamos más de 10 años), con un buen estatus social e hijos, no sé que más se puede pedir. Pienso que hasta la fecha estoy cumpliendo la finalidad de mi existencia: encontrar la felicidad.
Esa es mi fachada porque en realidad soy un invertido, un vicioso, un pervertido y encima me gusta. Lo reconozco me pone a cien cuando un hombre toma las riendas de mi vida por pocos segundos que sean, sentir que eres sodomizado, bajo la presión de un hombre dominante. Lo pienso y no puedo controlar mis emociones.
Me paso los días atendiendo a personas que vienen a mí con asuntos económicos y en muchas ocasiones, me abstraigo y comienzo a analizar los gestos, las formas de mi interlocutor para descubrir su verdadera identidad, esa que algunos llevamos escondida muy dentro. Sinceramente, no me considero una persona frustrada. Prefiero definirme como consecuente con mis acciones, si aquellas que tomé en el pasado pero que tienen sus consecuencias en el presente.
Tengo miedo a mis sentimientos. Hace mucho tiempo que no siento nada cuando hago el amor con mi mujer, puede parecer detestable, finjo cuando practicamos el sexo. Ella es feliz así, aunque algo habrá debido de notar. Ella es muy educada y reservada, se siente completa y el sexo pienso que para ella es algo secundario.
Voy de cacería algunas noches, conduzco el BMW entre la soledad de las farolas que iluminan el asfalto. Voy con rumbo fijo, soy un hombre de rutina que cada vez que práctico el sexo furtivo rompo con ésta y me siento libre. Libre de mirar a otros hombres, de intercambiar miradas, de perseguirlos entre las dunas, de abrir la puerta del coche, de subirme a otro coche y de practicar sexo, a veces sin mediar palabra con su ocupante.
He descubierto que existen páginas de contactos para hombres. Seguidamente, me he creado un perfil en una de ellas. No puedo bajar la guardia hay mucho en juego, aun así el riesgo me induce a continuar. Visualizo varios perfiles y me quedó con uno que tiene unos abdominales de hipo. Puede que la fotografía sea un anzuelo y realmente, no sea suya. Arriesgo al máximo y le envío un mensaje privado. Se llama Sergio. Me he decidido por él porque me ha sorprendido que en tampocas palabras pudiera condensar tanta información.
Mi sorpresa ha sido enorme cuando después de desayunar he visto su contestación. Me he quedado paralizado, esto de la red funciona. Me ha dado su teléfono móvil y asegura en el mensaje que esta noche la tiene libre. No voy a dejar escapar esta oportunidad. Ahora mismo lo llamo, antes de que llegue al hogar familiar.
Continuará...
David García
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